Cualquier persona, cuando toma conciencia de su yo, empieza a preguntarse por su vida: ¿quién soy yo?, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿quién me ha creado?, ¿para qué?, ¿por qué sufro?, ¿por qué muero?, ¿qué hay después de la muerte?, ¿qué había antes de la vida?, ¿por qué deseo ser feliz?, ¿qué es ser feliz?…
Seguramente tú también te lo habrás preguntado alguna vez. Estas preguntas, y otras similares, a las que no encontramos respuesta, quizá nos asustan. Por eso, pronto, dejamos de pensar en ellas. No queremos vivir angustiados y esas preguntas, si las pensamos bien, nos angustian. Pero si vivimos sin pensar, nunca podremos conocer el sentido de nuestra vida; nuestra vida no tendrá sentido…

Cuando llega la hora de la verdad

François Mitterand, presidente socialista francés desde 1981 hasta 1995, vivía así, sin pensar, creyéndose muy poderoso. Hasta que la muerte, un cáncer incurable, se acercó a su puerta. Entonces quiso saber, necesitaba saber qué hay después. Y acudió a Jean Guitton, el filósofo católico francés más famoso de su época, para escuchar sus ideas consoladoras sobre el tiempo y la eternidad. Porque, sobre todo, en momentos de sufrimiento y de muerte, necesitamos reflexionar sobre el sentido de nuestra vida.
Y es que todo hombre siente una fuerte inclinación a vivir, a ser, y a ser feliz; pero demasiado pronto se encuentra con el sufrimiento, la vejez y la muerte, con el no ser. ¿Por qué?, ¿por qué no podemos ser felices del todo?, ¿por qué la muerte?
Es mejor no pensar, sólo vivir.
Así vive la mayoría de la gente. Quizá tú vives también así: te levantas por la mañana, trabajas, comes, te distraes, y otra vez a dormir. Y eso es todo, hasta que un día te sorprenda la muerte.

Algunos sí han buscado la respuesta a esas preguntas fundamentales

Pero a lo largo de la historia, ha habido hombres que no se han conformado con vivir así, y han intentado, por todos los medios, encontrar el sentido de sus vidas, el sentido de la vida de todo ser pensante, inteligente. Porque el hombre tiene necesidad de encontrar una respuesta al misterio de la propia existencia.
Viendo por experiencia, que las cosas no se hacen solas, y contemplando la naturaleza, los hombres de las sociedades primitivas, llegaron a la conclusión de que debe existir “Alguien” que lo ha hecho todo, “Alguien” que también nos ha hecho a nosotros. Y descubriendo grabadas en el propio corazón algunas leyes como: no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti, pensaron en ese “Alguien” que ha escrito ese código en nuestro corazón.

“¿Quién soy yo?, ¿para qué vivo?, ¿por qué muero?”, son preguntas fundamentales a las que los progresos científicos no han sabido dar respuesta.
Tú, ¿para qué vives?, ¿para qué te sirven tantas cosas por las que te preocupas?, ¿sabes que vas a morir?, ¿cuál es tu vida hoy?, ¿qué sentido tiene tu vida hoy?